viernes, 21 de octubre de 2016

La revolución comienza en ti

Es difícil explicar aquellas historias que nos encogen por dentro, que nos arrancan el pensamiento y nos quitan el sueño por las noches. 


Como dos barcos a la deriva, encontramos el puerto en los brazos del otro. 
Como dos luciérnagas en medio de la oscuridad, vimos la luz.

Como dos bailarines tendiéndose las manos, como dos violinistas afinando de oído, como una caricia en medio de un mar de dudas. 

Paso a paso, guiño a guiño, fuimos destapando nuestros miedos. Quitándonos esas máscaras que nos encerraban en nosotros mismos, y pudimos alcanzar ver nuestros ojos. 

Y puedo jurar que aquella mirada quemaba, tenía un brillo que no podría describir. 

Qué ciegos estamos cuando el miedo acecha y nos empeñamos en no ver.
Caminamos sin rumbo, alargando las horas hasta el amanecer. Vivimos sin ser, sin vivir dentro de esta sociedad, que nos lo permite. 

Cuán necesario es abrir los ojos, quitarse la venda.
Ese pañuelo de miedo, cosido con perjuicios e hilos de dolor, que nos asfixia, que nos ciega, que nos deja sordos y que nos paraliza. 
Y nos estanca en una continua resignación.
Nos deja sin fuerzas para destapar nuestros ojos y ver qué hay fuera, allá donde ahora nos aterraría estar. 

Allí donde dicen que hay personas que aman de verdad. Donde el orden es caos porque es lo natural. Donde no hay sirenas ni señales, sólo canciones y ventanas que nos incitan a perdernos, para encontrarnos con nosotros mismos. 

Y así es como, perdida en esta barca sin remos, que comenzaba a hundirse, encontré el salvavidas que me llevaría a tierra. 
Encontré otro bote sin rumbo ni brújula, otro náufrago a la deriva cansado de remar. 

Qué curioso es que para encontrarnos sea necesario perdernos, que tengamos que andar kilómetros para valorar lo que nos queda a escasos centímetros de la piel. 

Así nos vimos, recortes de piel a tiras tatuados de remordimientos, enredos en el pelo tras noches de insomnio, esperando encontrar el mapa que nos enseñara la salida de nuestro mundo. 

Y así, con el pensamiento vacío, las ideas puras, el corazón en reconstrucción, tendimos nuestras manos abiertas a una nueva visión de nuestro caos organizado.
Entendimos que la clave no era huir, que la solución no consistía en encontrar ningún mapa y buscar la salida. 
Que todo era mucho más sencillo que eso, dejar de dar vueltas,tomar aire, coger impulso. Atreverse a saltar, lejos, sin miedo a caer. 
Sabiendo que todo lo demás sería mucho mejor que lo que veníamos viviendo.

Llegamos a la orilla, el mar en calma que hasta ella nos arrastró de pronto ya no parecía tan oscuro, todo signo de violencia se fue como la fuerza por nuestros dedos. Callados, encontramos la respuesta a todas nuestras preguntas. 

Supimos valorar lo poco que nos quedaba, y entendimos que podemos no tener nada y ser increíblemente ricos cuando nuestro corazón late pintando los recuerdos de colores. 
Que para vivir hay que empezar soñando.
Que nada ni nadie nos puede quitar el deseo sincero de amar.

A M A R 

Revolucionario verbo en nuestros días donde se trata de algo que no se puede comprar.
¿A quién asustan las palabras vender, pagar, alquilar?
Pero no, un corazón no se puede comprar, no se puede vender.
El amor no se alquila, no se desahucia. 

Y por ello, por ser tan sencillamente inmaterial, nuestro sentimiento es revolucionario. 
Un amor antisistema que rompe las paredes y atraviesa las cabezas de aquellos que no logran entenderlo.
De aquellos que viven con su venda de perjuicios, encogidos en sus cajas de cristal, siendo tan sólo quien se espera que sean. 

Pero aquí, al otro lado de sus pensamientos, nuestro amor es una llama que no se apaga, que crece, que se aviva con cada nueva luz que se suma. 
Hablo de un sentimiento blanco, vacío de ideas pero lleno de emociones. Con todas y cada una de ellas se forma un hilo de ropa tendida que colorea nuestra ventana con los más bonitos versos. Aquellos que siempre quedarán escritos.


"Que en cada una de tus noches comience una revolución.
Que jamas te corten las alas, que vueles a ninguna dirección.
Que libres sean tus ideas y libertad se lea en tu cabeza.
Que mueran los fantasmas que nos silencian, que crezcan flores en cada una de tus sendas."





R.