sábado, 20 de diciembre de 2014

La mujer calva, de Cristina Cerrada.

Si, en efecto, retomo el objetivo olvidado del blog, que es explicaros lo que me han hecho sentir los libros que me voy leyendo.

Bueno, hoy os traigo una novela de Cristina Cerrada. Madrileña licenciada en sociología y ganadora de diversos premios literarios. Precisamente este que os digo hoy fue el ganador del XIV Premio Lengua de Trapo de Novela. 

Bien, La Mujer Calva es una novela con una historia en primer plano muy simple, la cual cosa no significa que sea sencilla. 
De hecho, lo que ocurre en el trasfondo de la novela es espectacular. Si, tan sencillo como esa palabra. 
Expectante, una reflexión del todo singular que te va mostrando la introspección de una persona que pasa, de no tener ni la más mínima preocupación, a empezar a tener que tomar decisiones propias.
Sin duda es una novela que invita a la reflexión y a la concentración. Ver la metamorfosis de una mujer insegura puede hacernos reflexionar en si de verdad nosotros creemos en nosotros mismos o qué debemos hacer para que eso sea así.
Además hay una doble percepción, la mujer inocente que empieza a conocerse, no tanto en lo psicológico si no en lo físico. Es una persona que explora su cuerpo, sus capacidades, y que contempla eso, en ocasiones, como un tercer espectador omnipresente. 
En definitiva, es de las primeras novelas con un trasfondo tan complejo que leo y sin duda me ha dejado con muy buen sabor de boca. 

Os recomiendo encarecidamente esta lectura y !hasta la próxima! 





Novelas, poemas.. y noches en vela. 






R.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Terra

Terra ets des que naixes i fins que mors.

Terra des de sempre i per tota la vida.

Terra.

Terra d'avui, i també terra de demà.

Però mai terra oblidada.

Seca i mullada, ets, terra del temps.

Terra trepitjada, escopida...

També terra estimada i esperada.

Terra és l'aire que respiro,

terra és la meva sang i el meu cós nu.

La lluna, terra de nit, silenciosa,

que s'apaga cada matí.

Terra és amor si penso amb tu.

Terra és quan deixo de pensar,

quan t'estimo sóc terra ferida,

perquè només tinc terra.

I la terra, ets tu.





 R.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Hazlo


Hoy hace una semana que decidí subirme en aquel maldito tren.

Tan sólo hace una semana desde que tuve la peor sensación que he tenido jamás en el cuerpo.
Una sensación que me calaba de frío por dentro pero que me quemaba por fuera, haciendo que mis manos ardieran mientras se congelaban mis huesos. 

Por un momento no existía el tiempo, ni minutos ni segundos que valieran la pena. 

Tan sólo el "hazlo".
Un "hazlo" o te arrepentirás.
Un "hazlo" por tu bien.
¡Hazlo!.
Un por-lo-que-más-quieras "hazlo".

 Y lo hice, me subí en el tren sin saber si valdría la pena, sin saber que valdría la pena.

Pasé las peores cuatro horas de mi vida sentada mirando por la ventana. Con un miedo que me consumía, que me envejecía a cada instante.

Podríamos decir aquello de hay trenes que solo pasan una vez y dejaría de ser una cursilada para convertirse en realidad por un momento. Escuchas el ruido del metal acercarse al andén y sin saber cómo entiendes que nunca más se volverá a repetir. Que tienes ese no-sé-qué en tu interior que te empuja a subir al vagón sin entender del todo ni el por qué ni el para qué. 

Y es que, quizás el Robe tenía razón desmereciendo a los que viven la vida como un camino empedrado de horas, minutos y segundos, porque hay veces en las que el tiempo no significa absolutamente nada. Nada depende del reloj por un instante y lo único que vale eres .

Tú y tu cabeza jugando solos ante la vida, tú y tu voluntad fugaz por lanzarte a la inmediatez de la incerteza.

Le damos tantísima importancia al tiempo que nos olvidamos de darle intensidad. Después de eso, puedo decir que los minutos en los que me dispuse a correr por no perder ese tren son el tiempo de mi vida en el que más viva me he sentido. Un momento en el que pensé, por primera vez, que debía dejar de pensar y llegar.

Y que yo, solamente yo, era la única persona del mundo en ese momento que sabía que lo que estaba haciendo me acompañaría el resto de mi vida.

Y hoy, puedo decir, que hace una semana hubiese podido perder el último tren.


Y no lo hice. 





" La música nos une y te da vida. Tu guitarra y tus años siempre conmigo."








R.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Ausencia


A continuación os dejo un poema de Teresa González Rodriguez, presa política por el estado español. 
Letras nacidas entre las rejas de una cárcel, dejan un sentimiento amargo con olor a sangre e injusticia. 
Espero que os guste. 





"Eres un refugio contra los malos vientos,
y, aunque hoy, ya mañana, y al otro día también,
tu ausencia es presente.
Yo te busco en los senderos de la imaginación
y mi cabeza se hunde en tu pecho,
y ya somos dos, y somos uno.
Caminando cara el viento
en ese sendero donde se confunden,
en un bosque de pies, 
tus pasos y mis pasos."

martes, 2 de diciembre de 2014

Eterno invierno

Miro mi reloj.
Ya pasan de y cuarto.
Sentada en las escaleras de este viejo edificio escucho callada como se arrastran los segundos... Me enciendo otro cigarrillo y dejo que se consuma, despacio, pausado, sin ninguna señal de prisa.
Algo se escucha en el rellano, un grito ahogado que dice "no puedo más".
O, bien, quizás esto lo haya oído en mi cabeza, quien sabe.
¿Cuánto tiempo nos queda a los que queremos dejar de contar? 
Un minuto, una hora, dos horas... no sé cuánto tiempo pasé en aquella misma escalera dejando que el polvo se evaporara, dejando mi mente en blanco desorbitada en el lapso.
Puñaladas en forma de palabras inmediatas, impredecibles, sinceras e inevitables.
Son ese tipo de cosas a las que no queremos hacer frente, ese tipo de cosas que nos asustan, que nos angustian de sólo imaginarlas.
Dicen que el infierno solo te quema cuando nunca el fuego te ha quemado, y que, cuando has sentido el hielo ardiendo en tus huesos, no eres capaz de asimilar ni de querer recordar el daño de ese frío en tus entrañas.
El dolor de los recuerdos puede hacer más daño que un cuchillo mutilando tu piel.
El saber que no vas a dormir, que no vas a tolerar, que no vas a avanzar. Que tu cuerpo se va a parar a causa de la pausa de otra vida, que ni tan solo te atreves a discernir.

Cuan descabellado suena el hecho de pensar en no sentir.

Parados entre dos minutos contiguos el momento se hace eterno cuando sabes que lo único que acecha es el final.



Y piensas que, quizás, no estemos preparados para volver a soportar el frío









R.