jueves, 26 de marzo de 2015

Primeras notas de primavera

Parece que va llegando la primavera a Tarragona.
Y con ella, cada día el mismo camino, ahora con luz.
Con ella llegan esos árboles desnudos que poco a poco irán vistiéndose con colores.
Llega el calor a los rincones, cada día.

Con la primavera llega la Estatua dels Castellers y su perpetuo anhelo por tocar el cielo.
Llego yo cada día, mirándola al pasar de camino a clase.

Llega la primavera a esta ciudad encantada y, aún así, sin perder el encanto, le abre paso entre sus calles.
Y vive la tarde.
Llegamos los dos, con la primavera.
Con nuestros gigantes y nuestros demonios.
Con nuestros sueños y nuestros desvelos.

Llega enfriando una mañana que da paso a un Sol que no quema, que vive y revive.

Como cada año, llega la primavera.

Y sin querer me pregunto, si seguirá llegando con nosotros la primavera, como cada año. 









R.

martes, 17 de marzo de 2015

Así. Abstracción tercera.

Los días y las noches amontonaban el vacío dentro de mi cabeza.
Encerrada en una habitación sin ventanas. Sin vistas a un exterior, que era todo menos seductor para mí.
Una puerta cerrada y mil pensamientos. Mil y una imágenes que a mi cabeza saltaban, gritaban, que me arrastraban hasta el fondo de mi ser.
Tardo tanto en descubrir qué es lo que habrá detrás de esa puerta que me desvanezco en el intento. Lucho por atravesarla, me rompo. Me ahogo conmigo para mis adentros.

Y entonces llegas tú.
Llegas tú, y tu mano abre esa puerta.
Abres un foco de luz en esa oscura habitación en la que me hallaba.
Llegas tú y las imágenes se van.
Apareces aquí y los gritos se disipan.
Y es que, llegas tú y las noches son menos noches.
Los días duran más y las palabras salen de mi mente abiertas, lúcidas.

Apareces aquí y, de repente, me faltan horas cada día.
Me invade todo el cuerpo algo difícil de expresar.
Que siento que no quiero despertar, que esta sensación me evade.
Alcanza montañas y surca mareas.

Y es que de esta manera, sentimos.

Así, sin medida.









R.

martes, 10 de marzo de 2015

El bosque chileno

Porque hay ocasiones en las que, sencillamente, te alegras de que una persona que se merece lo mejor, lo esté consiguiendo todo.
Esta entrada va por una persona enorme, una persona que con poco, consigue lo que nadie alcanza. Una de esas personas que va a entender lo incomprensible, que va a dar la vuelta a tu cara larga y que, aunque esté a miles de kilómetros, te escuchará como si te tuviese delante.
Por esto, porque no sabes lo muchísimo que me alegro cada vez que sé de ti y sé lo bien que te va, y porque sé que no eres consciente de lo importante que eres aquí, te dedico la introducción de un libro que me empecé el otro día y que me recordó que, aunque estés lejos, hay cosas y sonrisas que no cambian.


"Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno... Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe... Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo...  El ciprés de las Guaitecas intercepta mi paso... 
Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas... Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo... Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras desaparece como un relámpago su radiante arco iris... Al pasar cruzo un bosque de helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos...
Un tronco podrido: qué tesoro!... Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le escapara el alma... Más lejos cada árbol se separó de sus semejantes... Se yerguen sobre la alfombra de la selva secreta, y cada uno de los follajes, lineal, encrespado, ramoso, lanceolado, tiene un estilo diferente, como cortado por una tijera de movimientos infinitos...
Una barranca: abajo el agua transparente se desliza sobre el granito y el jaspe... Vuela una mariposa pura como un limón, danzando entre el agua y la luz... A mi lado me saludan con sus cabecitas amarillas las infinitas calceolarias... En la altura, como gotas arteriales de la selva mágica se cimbran los copihues rojos... El copihue rojo es la flor de la sangre, el copihue blanco es la flor de la nieve... En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio es la ley de estos follajes... Apenas el grito lejano de un animal confuso... La intersección penetrante de un pájaro escondido... El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre.
 
Quién no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo."



Pablo Neruda, Confieso que he vivido. 






R.