miércoles, 4 de septiembre de 2019

Donde respira el mundo

Cuando llegué a aquel lugar, me inundó la inmensidad. 
La grandeza del sitio que es historia, origen, tesoro en medio del mapa que guarda silencioso su riqueza.

Cuando llegué a aquel lugar, su viento milenario, xocomil, abrazó mis raíces mientras las hojas de los árboles acariciaban, calladas, el contorno de mi rostro. 

Cuando llegué a aquel lugar, sentí que ya había estado antes. 
Vi que aquel lugar se escondía en el azul profundo de tus ojos, que había tenido delante todo este tiempo. 

Entendí que en este lugar, guerra y paz se dan la mano, la lucha cesa porque la escucha comienza. 
Empieza la cura de todos nuestros golpes. 

Entendí el paisaje, esa muralla de volcanes que no eran más que todas tus luchas, el dolor de heridas pasadas recordándote por qué estabas allí. 

Ahora entiendo y admiro tu cicatriz, la cuido y con mis dedos trato de coser todos los vacíos que todavía han de sanar.

Y te acompaño, y te agradezco, que durante este tiempo me hayas estado hablando de un lugar al que estaba escrito que tenía que llegar. 

Lo mejor de todo esto, es, que cuando llegué a aquel lugar, entendí que ya había estado.

Tus ojos me confesaron que allí residía mi paz. 



R. 




Lago de Atitlán, vista de los volcanes Atitlán y Tolimán.
Guatemala