Estábamos diciéndonos que el año iba a acabar, que siempre quedará el recuerdo, que el siempre nosotros sería un tímido hasta luego.
Faltaban sólo unas horas para volver a empezar, para volver a intentar, volver a fallar.
Incluso el aire era diferente en ese momento, el tiempo, el suelo. Mas no era por la ocasión, si no por los participantes, tú y yo, sin cartas en la mesa, sin ases en la manga. Estábamos desnudos ante una verdad que calaba los huesos, que quemaba de tan real. Y rugían los segundos, gritaban las horas, se arrastraban hasta las agujas del reloj por robarnos un poco de tiempo. Y olvidé que, por un momento, yo ya no estaba allí. Olvidé que, sin querer, volvía a ocurrirme lo mismo, una nueva ilusión se desvanecía. Ambiciosa y cobarde la manera en que las palabras salían de mi boca, que, en ese momento, escondían las mentiras, las agallas y el adiós.
Efímero como el tiempo, siento en las tripas lo que con palabras expreso.
R.
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