miércoles, 22 de mayo de 2013

No sé si queden amics, ni si existeix l’amor..


Las cosas cambian día tras día. Amanece y anochece continuamente, pero mientras tanto mis pulsaciones no van al mismo ritmo. Hay veces que las acelera el latido de tu corazón, pero hay otras en la que es el mismo el que las hace parar, las congela en el instante eterno de la realidad. Poner los pies en la tierra no siempre fue lo que me gusto. Nos acusan a los soñadores de vivir en las nubes, quizás sea porque ellos nunca han probado de despegar los pies del suelo, o quizás porque tengan miedo a hacerlo. Nos tratan de ignorantes, pero lo que no entienden es que nunca habrá un soñador iluso, ya que siempre habrá sueños en los que pensar.
Soy como el judío en Alemania, el romano en Egipto, la aguja del pajar. Me siento como el indio en el oeste, el raro del grupo, como vivir con una familia de acogida permanente. Siento que no pego aquí, que no es ni mi lugar ni mi momento, tan solo vengo de paso. Soy la primera hoja caída en invierno, la flor que no llega a nacer. El susurro del viento, la espuma de las olas. Soy todo lo que queda después de la explosión, el sentimiento ignorado, la sobrevaloración. Me siento como aquel que nunca llega a su destino, que vive intentando. Del fuego que quedaba en mi interior ya solo quedan cenizas, todo ha resbalado por las escaleras del pensamiento, dejando sola el alma, desnuda, sensible e irascible.
Sigo diciendo que el abrigo de la vida me queda grande, se me antoja extraño. Repito que esta no es mi guerra ni mi conflicto, que puedo marcharme cuando quiera. Que el vaso ya no está ni medio vacío ni medio lleno, simplemente no existe. Que la distancia entre mis palabras y tu corazón ya es demasiada, cuando ha llegado ha ser tan fina que no había perdida entre ellas ese lazo se ha roto, ha desaparecido y se ha esfumado. Y las conversaciones ya no son las mismas, el amor ya no es el mismo, y es que quizás yo tampoco sea la misma, quizás soy yo la que ha cambiado y lo estoy desordenando todo. Quizás tendría que apartarme de esta lucha inútil, de silenciar mi susurro, dejar pasar los días sin la menor preocupación. Salir corriendo si es necesario, dejando de lado el honor, las lágrimas ya no tienen sentido, llorar está de más aquí. Cuando te han cerrado el pestillo, cuando se ha apagado la ilusión, cuando el río tan solo puede desahogarse en la marea del océano, es ahí cuando ya no quedan fuerzas para regresar. 
Y es que, quizás, tan solo quizás, las fuerzas se me habían terminado hacía mucho más tiempo y esto era solo el resto de sentimiento esparcido después de la explosión. 


Naces y vives solo. 


R.

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