Taza de té y libro.
De nuestros domingos amaneciendo en camas ajenas, perdidos, los sueños, entre sábanas nuevas.
De los domingos con sabor a canciones que hablaban de los dos en habitaciones imgainarias.
De los domingos que ya no se esconden tras películas sin argumento y tardes de sofá con pipas.
De todos los domingos que nos han faltado, para acabar de perfilar nuestro precipicio.
De todos aquellos domingos y ninguno de los que llegamos a imaginar y que no vendrán, como cada lunes, a recordarnos que no han sido.
De todos y cada uno de los domingos que me hacía un lío para estar contigo y con el mundo.
De los domingos, ahora sí, sin complicaciones, sin puzzles. Sin películas sin argumento, como la nuestra.
R.
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